KORNBLIT, ANA LÍA (COORD.)
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La agudización de las diferencias en la distribución de la riqueza a la que condujo el modelo liberal en muchos países occidentales fue el principal factor estructural que incidió en la multiplicación de jóvenes urbanos con altos niveles de fracaso escolar y dificultades de inserción familiar y social, en los que el consumo de drogas por vía endovenosa se difundió rápidamente a partir de una subcultura que privilegia fugaces momentos de placer al embarcarse en esfuerzos con alta probabilidad de conducir a fracasos. El consumo de drogas se convirtió así en un factor constructor de identidades en las subculturas juveniles marginales, al tiempo que surgía un nuevo perfil de consumidores de drogas, que lo hacen con fines recreativos y que mantienen claras diferencias con los consumidores de los barrios pobres. Las respuestas sociales frente a esto fueron, por un lado, la criminalización progresiva del consumo, que creó la imagen de la asociación drogadelincuencia. A partir de ella, el modelo penal tuvo vía libre para sancionar a los consumidores, recluyéndolos. Por otro lado, el modelo médico ofreció a la sociedad la imagen de la adicción como enfermedad, con lo que se abrió la alternativa de recluir en instituciones totales, para su "recuperación", a los adictos-enfermos. El resquebrajamiento de este modelo terapéutico psicológico, ofrecido como única alternativa a los drogadictos, condujo a la progresiva aceptación de la política de reducción de daños, resultado de la puesta en juego de metas menos ambiciosas que el cese del consumo y del reconocimiento de necesidades y derechos de los consumidores, obviados muchas veces previamente. Los diferentes capítulos de este libro encaran algunos de los aspectos vinculados con estos cambios acaecidos en el escenario del consumo de drogas.