BENÌTEZ ORTÙZAR, IGNACIO F.
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El futuro de la singularidad tecnológica ha llegado para quedarse. Las innumerables capacidades de la IA y de la robótica son evidencias incontestables, y cada vez son más intensas e innovadoras en la vida social, económica, y en donde sus notables aplicaciones a los distintos sectores nos manifiestan una realidad cada vez más alejada de lo que no hace mucho tiempo era pura u201cdistopíau201d. Y sin embargo, hoy en día nos sitúan en un mundo en donde el hombre se dice (no exento de un tono autocomplaciente) será superado por la u201cmáquina pensanteu201d, superinteligente y plenamente autónoma, capaz de u201cpensar, sentir y decidiru201d por sí misma. Nada que ver con los autómatas del medioevo cuyo afán consistía simplemente en emular tareas repetitivas del ser humano. Hoy con la denominada Revolución 4.0 se camina en una dirección en donde la u201ccreatividad computacionalu201d nos situará en un futuro de incógnitas e incertidumbres, no sólo tecnológicas, sino éticas y jurídicas de primer orden. Así las cosas se piensa que los robots inteligentes (los nuevos esclavos digitales, como los viejos siervos o esclavos del Derecho romano) serán capaces de superar el razonamiento, conocimiento y conciencia humana. No sólo nos bastan estas desconcertantes reflexiones, sino que serán capaces de emular actividades propias del cerebro y desarrollar un pensamiento lógico, incluso superior al u201cracionalu201d, y en donde no seremos capaces (como el clásico test o juego de la imitación de Alan Turing) de distinguir el hombre de la máquinau2026 u00bfutópico espejismo o revolución tecnológica cierta? Un paso de gigante de la vieja máquina de vapor a la máquina superinteligente, capaz de alcanzar un razonamiento propio (machine learning) y con sutiles ventajas competitivas.