MULLER-COLARD, MARION
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Vivimos a menudo bajo la creencia de una justicia inmanente y ni siquiera somos conscientes de ello. A raíz de dicha creencia, que se origina en unas relaciones contractuales con Dios, pensamos: u00abComo Job era bueno, nada terrible podía sucederleu00bb o u00abEse hombre ya sufrió una grave enfermedad, no puede llegarle otra peoru00bb.nSon pequeñas mitologías u2014contratos confesos o inconfesables, conscientes o inconscientesu2014 que sostienen nuestras vidas; son la defensa irracional de los sistemas de regulación del mal que elaboramos ahora aparte de cualquier catecismo. Y, sin embargo, el sufrimiento del justo existe: no hay sistema judicial supremo que garantice el bien por el bien y el mal por el mal. Y la irreductible Amenaza del azarnplanea sobre nuetras vidas. nLejos de regatear con un Dios imaginario, debemos pensar Otro Dios que no se presuma garante de nuestra seguridad, sino de la lucha propia de cualquier existencia. Pensar a Dios no como esperanza escatológica, sino como brote de vida.